viernes, 27 de marzo de 2015

Marchito instante.

Vencer al dolor es lo único que separa el éxito del fracaso. Cada gota de salado llanto derramado, cada grito ahogado, cada corazón roto, será positivo o negativo si conseguimos dar el siguiente paso, si no nos achantamos ante la vida. No hay mal que por bien no venga, si no te enredas en dicho mal, si no echas el ancla en las turbulentas aguas de la desesperación y el pesimismo. La vida se resume en superar las montañas que surgen a nuestro paso. Si te quedas a mitad de la cuesta, no podrás disfrutar ya de la bajada. Son oportunidades que pierdes, y que no recuperas. Luego, carpe diem, para lo bueno y para lo malo. Porque en lo efímero del instante está la eternidad de la felicidad, y si dejas escapar oportunidades, podrías esta dejando escapar con ellas tus expectativas, tus sueños, y tu futuro.


lunes, 23 de marzo de 2015

¿Vivir? mejor a doble o nada.


Me he cansado de jugar sobre seguro. Quiero arriesgar, sumarme a esa gente que se equivoca, y se equivoca y se equivoca. Porque solo esa gente vive, y sabe vivir. En los tropiezos están las enseñanzas, y el que no arriesga, no gana. Puedes perderle mil veces el pulso al sentir, pero aquella vez que ganes, lo harás a doble o nada, y el azaroso destino te conducirá a una felicidad sin par. Vivir sin riesgo es desaprovechar el 50% de las posibilidades de la vida, es vivir parcialmente, es satisfacer temporalmente tu yo. Pero no te aporta unos estables cimientos emocionalmente hablando. No te sientes lleno, ni verdaderamente satisfecho con lo que tienes. Es una felicidad vacua, caduca y terriblemente superficial. No aporta emoción, ilusión, ni expectativas. Solo conformismo, formalidad y un alto grado de convencionalidad. Es una realidad difusa del sentir, una mala imitación de la vida, una burda búsqueda de la comodidad por encima de nuestra realización que nos lleva a perder lo que nos identifica como personas: la expectante emoción del que juega al "all in" en lo referente a los sentimientos y la tozudez del que se juega la dignidad al as de corazones.



El hombre, no la sombra.


Lo único que es seguro es que lo mejor es no vivir de las imágenes. Esforzarnos en conocer a las personas, ese ha de ser nuestro objetivo. No podemos saber como es alguien solo por la imagen que nos ofrecen de sí mismos. No podemos tachar a Sabina de borracho, y olvidarnos del poeta. Ni olvidarnos a su vez del lado humano de muchísimos multimillonarios. El propio Nicola Tesla era un desastre en cuanto a relaciones sociales. ¿Y no era acaso un genio? Ciertamente, nadie es perfecto, pero los defectos no deben clasificar a las personas. Porque no hay nada más relativo que el pensamiento humano. Lo que a uno le gusta, a otro le desagrada. Y hay incluso gente que busca lo desagradable. Luego, ¿por qué enrocarnos en prejuicios? ¿Por qué no buscar hacer un balance de cualidades y defectos antes de lanzarnos a formarnos juicios sobre las personas? Antes de intentar valorar a alguien, busca conocerlo. Las primeras impresiones son a menudo traicioneras, y solo la confianza y el tiempo nos llevarán a entender de verdad como son las personas. No nos equivoquemos: El propio Napoleón no era solo un corso enano y temperamental, ni Einstein un loco que no sabía matemáticas.

jueves, 19 de marzo de 2015

Viaje hacia El Edén.

Retornar a la brisa y la actividad de la costa es ahora mismo mi único deseo. Por cada metro que desciendo camino a mi pueblo adoptivo, aumenta mi ritmo cardiaco en una pulsación, y se me ensancha más la sonrisa. Solo deseo llegar. No deseo marchar. Deseo quedarme en mi paraíso, atravesar ya este istmo que separa mi pueblo natal de montaña, y mi mundo y ecosistema costero favorito. El retorno a casa. El regreso al sitio que considero mi hogar, y en el que más me he logrado desarrollar como persona.

Solo lamento no ser capaz de aunar en este idílico lugar los placeres y el trabajo. Pero quizás en ello resida su encanto, en lo efímero de mis tránsitos por él. Y es que no podría soportar el invierno en mi “hortus amoenus” personal, ya que, al igual que yo, mis amigos se alejan de este foco de actividad juvenil para poder retomar sus estudios con una dedicación plena. Sea como fuere, el deseo de llegar por fin a la costa me va ocupando ya el pecho. Tres semanas de calma. Tres semanas de amistad. Tres semanas de olvidar penas, y recuperar fuerzas. Verano, ya estás cerca. Solo permíteme acabar bien, y poder encontrarme con mis amigos en nuestro lugar de reunión, entre las olas, los bares, y los largos días tras el solsticio de verano.


Madurar hacia el realismo.


Ni siquiera el mundo es un retrato idealizado. Luego, si esta engrasada y sincronizada obra maestra no es ideal, qué menos el ser humano. Somos simplemente espejismos, caídas, desorden, frustración. La vida es mágica, ¿por qué desperdiciarla despotricando contra ella? El azar o el telar nos conducen a estos desengaños, despedazan así nuestros ideales. Alabado sea. Porque solo tras la profunda decepción de la pérdida de dichos ideales, empezaremos a crear en nuestro interior una verdadera realidad, una sensibilidad y pensamiento basados en lo real, y no en quimeras de ilusión, no en salvajes utopías. Basado en el día a día, en el peso de lo vivido, y en el pozo de la certeza. No podemos confiar en milagros. Los milagros los hace uno mismo. Ni podemos tampoco cerrar los ojos a lo real, porque el mundo es el que nos enseña que no todo es blanco. La vida es un arcoiris con toda la gama gris.

miércoles, 18 de marzo de 2015

El sentir humano.

Me agota esta dualidad emocional que me posee. Por un lado, la desdicha del que, pese a intentarlo no alcanza la meta; por otro lado, la felicidad del que se halla ilusionado. Esta dilogía vital me mata, acaba hasta con el último resquicio de energía que recorre mi ya extenuado cuerpo. Esta brutal antítesis anímica me lleva a desear que acabe todo, que se precipite el ocaso, que me lleve el leviatán. Me siento un desesperado dichoso, un empirista inspirado, un Quevedo gongorino, un Aquiles derrotado. Y más que lo intento, no logro salir ya de este pozo en el que me hundo bajo el peso de la existencia y del pensamiento. Las aguas movedizas me arrastran a aquello que no deseo, y, ¡por desgracia! tendré siempre. Mi ser humano. Mi yo interior. Mi eterno padecer.