domingo, 25 de febrero de 2018

Etéreo ser

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Si bien tomamos como referencia la vida de los demás, la vida más referida es la de los esclavos. Contextualizamos nuestra vida engrilletada por los prejuicios y las costumbres, y terminamos pareciendo aquella marabunta de pulgas que establecía Nietzsche. No hay superhombres en esta selva de cristales teñidos y lloros de insatisfacción. Solo algunos escapan a los preceptos establecidos como comunes, y son los locos. O los caricaturizados como tal. Si hay alguien que se pudiera establecer como ajeno a la locura, por su reconocimiento póstumo, o como ajenos a la multitud esclava son los artistas, los filósofos, los pensadores, los estadistas del bien. Son Van Gogh, Platón, Sócrates, Gandhi. Yo soy una pulga. El resto son pulgas. Los políticos son pulgas, los plutócratas son pulgas, los mediocres son pulgas, los referentes suelen serlo. Todas dentro de un circo, dando saltos y creyéndonos que el cielo es el tope, y el tope es el éter, que no tiene límites. Este éter está fuera de los prejuicios, dentro de la costumbre, y es lo que los explica, pues si los identificas, es porque puedes alejarte de ellos algo. Pero estos locos viven en el éter, y ven toda la realidad. Tienen una imagen total de un mundo categorizado y estipulado, y ellos ven las reglas intrínsecas, y las controlan, pues el control nace de la comprensión, y  la comprensión nace del conocimiento, y el conocimiento nace de la mirada crítica y de la autodidáctica. La autodidáctica, nace del ser, y el ser nace libre. Y para no caer en preceptos sociales, la mente debe estar hecha de otra materia. De éter. El librepensador, el hombre sin cadenas nace con el éter dentro, y no con materia gris. De ahí su locura, su infatigable odio a lo social, y a lo estructurado. El caos es éter. Pero no el caos provocado, sino el caos luminoso y blanco del que no ignora su estado de ignorante, y el que conoce su estado de conocedor. El que no se ata a nada más que a su arte, a su idea, a su pensamiento acrítico de lo crítico, de su alma insondable y ricamente pobre. Es el ateo del pensamiento establecido, el midas que convierte en caos el orden, y ordena su caos en caos positivo. No locos asesinos que irradian odio a la estructura, y desean verla arder, sino locos que calman su afán anárquico con su odio a lo social, con su odio a la influencia y a los organigramas, y que si desean cambiar algo, buscan cambiarlo desde la inoculación, y no desde la crueldad de la imposición, o desde el convencimiento por lo falaz y lo personal. Ellos se centran en el cambio autodidacta, desde la muestra de ideas, y que cada cual saque sus conclusiones de ellas, ellos dan las lecciones en mil idiomas,  pero sin una piedra roseta que permita interpretarlo de una forma ordenada y certera. Ellos quieren que sus enseñanzas sean inciertas y lleguen de mil maneras diferentes a cada individuo, y que ellos desde su enseñanza y mira particular la interpreten. Ellos no pueden enseñar a bañarse en el éter, pero pueden conseguir que cada uno de nosotros, los esclavos, bebamos de él, para poder evadirnos parcialmente de nuestro mundo encorsetado y gris.