martes, 26 de marzo de 2019

Helada Britania


  1. Y cuando coja ese avión, las avispas dejarán los nidos rumbo de los horizontes. Perderemos las esquelas de un ayer, los abrazos de otoño, los retoños de marzo, los sentirnos bien en la rutina. Los sentirnos extrañamente unidos sin ser nada y siendo mucho. Las estrellas serán polares en todo el mundo, los pétalos un perenne adiós. Los adioses, un sentido amén. Creceremos entre la hojarasca, entre las llamas de un Sol demencial que no calienta, en la espuma de una cerveza que no sube, ni baja. Un cigarro vacío en las manos de un niño de mente, demente de no tener la esencia de lo vivido. Viviremos nuevos caminos, que importan un comino y no colman sin calma. Que nos comen como no vivamos un cúlmen. El mayor peligro del discurso es que no ocurra ninguna de estas desgracias emocionales. Que nos enamoremos de lo que no hemos amado, que dejemos de amar lo que sí conseguimos adherir a nosotros y nos identifica. Arderán los colchones, tiritaremos como titiriteros de estreno, escucharemos Leiva, y empezaremos a respetar los principios. Soldaremos un futuro de la mano de ellos, haciéndolos insondables. Intocables. Llenaremos de cables el corazón y no nos tocaremos alma con alma. Perderemos la calma ante la pérdida. Porfiaremos los por favores, y daremos clamores al cálido destello del apagón. Destilaremos estilos de hormigón, de rostros férreos, cargando féretros de personas retro. Retrocederemos mientras nos retorcemos las manos. Manosearemos la cruz mientras nos imploran que oremos. Haremos harenes de mujeres, desterraremos los recuerdos enterrados, y entre gramos consumiremos gomos de gnomos, sintiendo inmisericorde la miseria, histéricos ante la historia, la gloria y el afán de consumir el fango vacío de la creación. Creeremos en Lemos y las islas griegas. Cambiaremos la Lemus por el Lumus inglés, y el humus será el nuevo escaldón, y acabaremos escaldados de jugar a los dados.
    Nos espera un invierno helado en Britania.


lunes, 11 de marzo de 2019

El ego en las artes

Y como ni duermo ni pienso en cosas con coherencia, voy a sacar el movil y escribirme algo. O escribírtelo a ti. Sin parar, día tras día. Hora tras hora. Minuto a minuto. Segundo a segundo. Grano de arena a grano de arena. 
Quien contase historias en el pasado tenía que pensar muy poco en la posteridad. El primero que narró una historia no pensó en que llegara al siglo siguiente. Pensó en la inmediatez. Es curioso como el concepto de gloria, de pasar a la posteridad en los discursos narrativos llegó a su cénit con los poetas del Siglo de Oro español. Con esos grandes escritores que desdeñaban el hoy en pos del mañana. Siempre la posteridad ha sido para las almas bélicas más que para las poéticas. Sin embargo en nuestros días le hemos empezado a quitar valor a la posteridad. Con tantas comparaciones, con tanto miedo a ser menos que tu propio profesor en influencia hemos cegado a nuestro ego, hemos dejado las pretensiones de trascender nuestro tiempo en pos de prevalecer en él. Le tenemos miedo a los clásicos, a los originales. Ya nadie crea arte pensando en la herencia milenaria, como hiciera Miguel Ángel. Quizás algún arquitecto. Muchos, muchísimos científicos sí. Pero ninguno se cree Einstein. O mejor dicho, el pueblo no les considera Einstein. No hay Góngoras, no hay Da Vincis para ellos.
El ego muere con el miedo a no llegar a ser. ¿El miedo a no llegar a ser mata la creatividad? Si es así, que les jodan a los grandes, quiero ser yo mismo. No quiero un ego para los demás, no quiero que mi ego dependa de ellos. Seré un ególatra para conmigo.