lunes, 11 de marzo de 2019

El ego en las artes

Y como ni duermo ni pienso en cosas con coherencia, voy a sacar el movil y escribirme algo. O escribírtelo a ti. Sin parar, día tras día. Hora tras hora. Minuto a minuto. Segundo a segundo. Grano de arena a grano de arena. 
Quien contase historias en el pasado tenía que pensar muy poco en la posteridad. El primero que narró una historia no pensó en que llegara al siglo siguiente. Pensó en la inmediatez. Es curioso como el concepto de gloria, de pasar a la posteridad en los discursos narrativos llegó a su cénit con los poetas del Siglo de Oro español. Con esos grandes escritores que desdeñaban el hoy en pos del mañana. Siempre la posteridad ha sido para las almas bélicas más que para las poéticas. Sin embargo en nuestros días le hemos empezado a quitar valor a la posteridad. Con tantas comparaciones, con tanto miedo a ser menos que tu propio profesor en influencia hemos cegado a nuestro ego, hemos dejado las pretensiones de trascender nuestro tiempo en pos de prevalecer en él. Le tenemos miedo a los clásicos, a los originales. Ya nadie crea arte pensando en la herencia milenaria, como hiciera Miguel Ángel. Quizás algún arquitecto. Muchos, muchísimos científicos sí. Pero ninguno se cree Einstein. O mejor dicho, el pueblo no les considera Einstein. No hay Góngoras, no hay Da Vincis para ellos.
El ego muere con el miedo a no llegar a ser. ¿El miedo a no llegar a ser mata la creatividad? Si es así, que les jodan a los grandes, quiero ser yo mismo. No quiero un ego para los demás, no quiero que mi ego dependa de ellos. Seré un ególatra para conmigo.

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