jueves, 19 de marzo de 2015

Madurar hacia el realismo.


Ni siquiera el mundo es un retrato idealizado. Luego, si esta engrasada y sincronizada obra maestra no es ideal, qué menos el ser humano. Somos simplemente espejismos, caídas, desorden, frustración. La vida es mágica, ¿por qué desperdiciarla despotricando contra ella? El azar o el telar nos conducen a estos desengaños, despedazan así nuestros ideales. Alabado sea. Porque solo tras la profunda decepción de la pérdida de dichos ideales, empezaremos a crear en nuestro interior una verdadera realidad, una sensibilidad y pensamiento basados en lo real, y no en quimeras de ilusión, no en salvajes utopías. Basado en el día a día, en el peso de lo vivido, y en el pozo de la certeza. No podemos confiar en milagros. Los milagros los hace uno mismo. Ni podemos tampoco cerrar los ojos a lo real, porque el mundo es el que nos enseña que no todo es blanco. La vida es un arcoiris con toda la gama gris.

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