miércoles, 8 de abril de 2015

Increpo a la frialdad.

Pinté de azul metálico la fachada de mi ser, y ni un solo sentimiento dejé libre. Luché por ser frío, vencer al dolor, y exiliar al llanto. Besé sin amor, no busqué el sentir, perecí por dentro, mi alma se marchitó. Maldito ser imparable que habita en el hombre, que nunca se rinde, y lucha y lucha y lucha, hasta prevalecer. Murió así mi lucha insensible, caída por la lluvia perpetua de golpes del inconformismo humano. Del yo también quiero sentir. Del querer haber querido, del sentir el no haber sentido, del odio por no haber vivido. No me queda sino una capa de color rojo, de blanco, de gris, de negro. Pero ni rastro de mi frío azul metálico, ni rastro del rostro imperturbable, ni sombra del alma inmisericorde. Ya solo queda aquí tu nombre y la promesa de que eres lo que mas deseo en todo el orbe. 
¡Retorna, sentir vacuo e inhumano! ¡Inhibe mis emociones! No me permitas increpar a la muerte, al destino, al amor no correspondido ni al maldito instante, no quieras de mi sino la crueldad y el panteísmo, el más resignado existencialismo y la promesa de no caer en el abismo
de emociones. Te pido que no me des ilusiones. Que no me des pasiones. Dame ganas de no vivir viviendo, el automatismo del robot de hierro, la tranquilidad del loco que exprime a las naciones.
Solo quítame la espina del amor.



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